La vida como expat puede ser una experiencia fascinante, pero también desafiante
Vivir en un nuevo país ofrece la oportunidad de conocer nuevas culturas y perspectivas. Sin embargo, con el tiempo también pueden surgir sentimientos de soledad. Ser «diferente» y haber tenido orígenes y experiencias diferentes a menudo pone en tela de juicio la pertenencia. Para pertenecer, muchas de las personas que conocí intentaron encajar al adaptarse. Pero la adaptación lleva muchas veces a renunciar a partes valiosas de uno mismo, lo que en última instancia aumenta la sensación de soledad.
La necesidad de adaptarse
Me puedo relacionar muy bien con esta necesidad. Sobre todo, cuando era más joven, intentaba encajar. Por ejemplo, dejando de decir ciertas cosas o teniendo siempre un cuidado especial con el tono que elegía. Aprender el idioma, adoptar las tradiciones locales o integrarse en los grupos sociales existentes forma parte de ello, por un lado, pero paradójicamente también puede hacer que te sientas aún más aislado porque te das cuenta de lo diferente que eres y de que no te identificas con todo como los demás.
Encontrar la pertenencia en uno mismo
A lo largo de los años he aprendido que pertenecer no consiste en encajar o ser aceptado, sino en aceptarse a uno mismo. Es importante reconocer y abrazar tu propia identidad y que tu diversidad puede ser una ventaja para cualquier comunidad. El reto consiste en llevar tu propia personalidad a la nueva cultura en lugar de someterte a ella.
Me gustó mucho una frase de Maya Angelou que dice: «Sólo eres libre cuando te das cuenta de que no perteneces a ningún sitio: perteneces a todos los sitios, y a ninguno a la vez. El precio es alto. La recompensa es grande». Esta cita me recuerda que pertenecer no está ligado a un lugar concreto, sino que es una libertad interior. Si nos aceptamos a nosotros mismos, también podemos ser auténticos en un nuevo entorno. La experiencia de vivir en otro país puede incluso apoyar este proceso.
Aprender y contribuir
Un aspecto importante de este proceso es reflexionar sobre lo que podemos aprender de la nueva cultura y qué elementos queremos adoptar. Al mismo tiempo, podemos preguntarnos qué podemos aportar a la comunidad siendo diferentes. Todo el mundo aporta experiencias, perspectivas y talentos únicos, y es precisamente esta diversidad la que enriquece a la sociedad. Aún así no se trata de insistir en uno mismo y en su ser, sino estar abierto a aprender también lo que tiene sentido para ti. En mis relaciones, por ejemplo, me ha ayudado mucho aprender ciertos aspectos de la otra cultura, como el tono al expresarme y la elección de palabras.
Encontrar la pertenencia interior es un proceso
Aquí me gustaría compartir algunos aspectos que me parecen especialmente importantes en este proceso:
- Preguntas de reflexión sobre tus propios valores y principios, así como sobre tus características personales: ¿Qué es importante para ti? ¿Qué quieres que reconozcan de tí? ¿Qué te parece interesante de la otra cultura que te gustaría aprender mejor?
- Apertura y curiosidad: Se trata de permanecer abierto a nuevas experiencias sin forzarte a renunciar a tus propias convicciones. También puedes compartir tus creencias y rodearte de grupos que faciliten el intercambio.
- Fortalecer tus redes: Busque personas afines que hayan tenido experiencias similares. Socializar con otros expatriados puede ayudarte a desarrollar un sentimiento de pertenencia, especialmente al grupo al que perteneces automáticamente.
- Integración cultural: Intente integrar los elementos de la nueva cultura que te gusten para seguir desarrollando la tuya propia. Porque cuanto más tiempo permanezcas en otro país, más también perteneces a esta experiencia.
Buscar o encontrar la pertenencia
La pertenencia no es, por tanto, un objetivo que se alcanza adaptándose, sino un estado interior que se puede lograr a diario. Reconociendo nuestra identidad y apreciando la diversidad, podemos encontrar un lugar en el mundo que sea auténtico y enriquecedor, para nosotros mismos y para los demás.